¿Hay que guardar solo los Diez Mandamientos?

 


Los estatutos dados por Dios a través de Moisés, siempre han constituido un enigma para los estudiantes de la Biblia. Para el lector superficial, algunos de los estatutos de Dios son hermosos, otros pueden parecer duros y anticuados, y aún otros parecen totalmente fuera de lugar para el mundo de hoy, y al punto de llegar a exclamar que la Ley fue abolida, pero ahora que verdad hay detrás de todo esto, solo hay que guardar los Diez mandamientos? o también los estatutos Juicios, y ordenanzas ordenadas por Dios?

Por muchos años hemos sacado provecho al observar los estatutos en cuanto al diezmo y en cuanto a la eliminación de animales no limpios. En el siguiente párrafo tenemos por lo menos tres estatutos más para considerar. 

Los estatutos acerca del matrimonio, la heredad, y la estricta justicia en el trato entre personas, fueron peculiares y contrarias a las maneras y costumbres de las otras naciones, y fueron designados por Dios para guardar a su pueblo separado de las demás naciones. Esto fue necesario para poder preservar el pueblo de Dios para que no se asemeje a las naciones carecían del temor y amor de Dios, lo que es igual en nuestra época corrupta, cuando la transgresión de las leyes de Dios prevalece y la idolatría se manifiesta en forma temeraria. Si el antiguo Israel necesitaba de tal seguridad, nosotros requerimos de mucho más, para preservarnos de estar entre los transgresores de la ley de Dios.” (Énfasis agregado, traducido del inglés) 1RH 164

"Como consecuencia de la continua transgresión, la ley moral fue repetida desde el Sinaí con aterradora grandeza. Cristo dio a Moisés preceptos religiosos que debían gobernar la vida cotidiana. Estos estatutos fueron dados explícitamente para resguardar los Diez Mandamientos. No eran símbolos borrosos que terminarían con la muerte de Cristo. Debian estar en vigencia para los seres humanos de todos los siglos mientras durara el tiempo. Esos mandamientos recibían su fuerza del poder de la ley moral, y clara y ciertamente explicaban esa ley.” "Cristo le habla a ellos: 'No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. ¿Cuál es la voluntad del Padre? Que guardemos Sus mandamientos. (Cf Salmos 40:8) Cristo, para imponer la voluntad de Su Padre, se volvió el autor de los estatutos y preceptos dados a través de Moisés al pueblo de Dios, Los cristianos que exaltan a Cristo, pero que se colocan en contra de la ley que gobierna la iglesia judía, colocan a Cristo contra Cristo." —Elena G. de White, The Review & Herald, 6 de mayo de 1875.


El Espíritu de Profecía declara que estos estatutos eran Algo que nos ayuda a guardar y a explicar los Diez Mandamientos no puede ser los mismos Diez Mandamientos. Estos preceptos adicionales fueron dados por Dios atreves de Moisés para servir de guía y para ampliar nuestro entendimiento de los diez mandamientos. Notemos algunos de los estatutos “cotidianos” mencionados por Elena de White en 3RH 213: 4 1. 

“No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea el de tus hermanos o el de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades.” Deut. 24:14. 2. 

“En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida...” Deut. 24:15. 3. 

“No oprimirás a tu prójimo...” Lev. 19:13. 4. 

“No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana.” Lev. 19:13. 

Este es el principio: ¿Qué derecho tengo de cobrar intereses sobre el dinero que pertenece a los pobres? Notemos lo que dice el Espíritu de la Profecía acerca de los cuatro estatutos mencionados: “El Señor Jesús dio estos mandamientos desde la columna de nube, y Moisés los repetía a los hijos de Israel y luego los escribió en un libro, para que no se apartaran de la justicia. Estamos obligados a cumplir estas especificaciones, porque al hacerlo, cumplimos las requisitos de la Ley de Dios.” (Énfasis agregado, traducido del inglés) 3 RH 231, 12-18-1894.

Muchos de los estatutos se encuentran en Deuteronomio 26, y sus juicios correspondientes en los capítulos 27 y 28. Tomemos nota de los comentarios de Elena de White en cuanto a estos capítulos: 

Esta no es la voz del hombre, es la voz de Cristo desde la nuble que lo envolvía. Lee cuidadosamente los capítulos 26, 27 y 28; porque en ellos se declara claramente las bendiciones de la obediencia. “Estas instrucciones que el Señor dio a su pueblo, son la expresión de los principios de la ley del reino de Dios, y se hacen de manera específica para que la mente de la gente no quede en la ignorancia e incertidumbre. Estos pasajes de la Biblia presentan la obligación continua de todos a quienes Dios ha bendecido con la vida y la salud, y ventajas en cosas temporales y espirituales. (Énfasis agregado) 4RH 249 

De acuerdo con lo que dice Elena G. de White, ¿cual es el consejo que debemos tener muy en cuenta? :

Le aconsejo que humille su corazón, confesando sus errores; que considere el solemne consejo que David, desde su lecho de muerte, le dio a Salomón: „Yo sigo el camino de todos en la tierra; sé hombre y esfuérzate. Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que  emprendas;Aplique este consejo a su propio corazón (dice Elena G. de White), no permita que nadie le alabe para hacerlo caer en la maldad.” 5T509 

“El Dios que lee lo que hay en el corazón de cada uno, sacará a luz cosas ocultas de las tinieblas donde con frecuencia menos se sospechan, para eliminar las piedras de tropiezo que han estorbado el progreso de la verdad, a fin de que Dios tenga un pueblo limpio y santo que declare sus estatutos y juicios. “El Capitán de nuestra salvación conduce a su pueblo hacia adelante paso a paso, purificándolo y haciéndolo idóneo para la traslación, y dejando en la retaguardia a aquellos que están dispuestos a apartarse del cuerpo, que no quieren ser guiados…” 1JT p. 111.



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