La Segunda Bestia.
(Apocalipsis 13:11-18)
Inmediatamente
Juan, ve subir a otra bestia, esta vez procedente de la “tierra”. En
Apocalipsis 12:16, la tierra es la que ayuda a la mujer. (cf. 12:12)
Esta
bestia, tiene apariencia de Cordero, el cual es símbolo de Cristo (véase Ap.
5:12; Juan 1:29; 1 Cor. 5:7, etc). Pero a su vez habla como “dragón”, que como
sabemos, en sentido secundario, aplica a el diablo (cf. 20:2; 12:9). A esta
bestia, se la mencionan, como veremos brevemente en los siguientes capítulos,
como “el falso profeta” (Apo. 16:12). Tiene “apariencia de piedad [cordero,
Cristo], pero en su conducta, hablando, es como la de un dragón [falsa piedad,
el diablo], es decir un falso profeta”.
Jesús
declaro enfáticamente al decir: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas [cordero], pero por dentro son lobos rapaces”
(Mat. 7:15, véase siguientes vv.). O el Apóstol Pablo, al decir en su 2 Epístola
a los Corintios:
“Porque estos son falsos apóstoles,
obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14 Y no es
maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 15 Así que,
no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia;
cuyo fin será conforme a sus obras.” (2 Cor. 11:13-15)
Entre
otros tantos versículos: Mateo 24:5; 7:15-16; Deut. 13:1-3; Jer. 23:9, 14-17;
Mar. 13:5,22; 2 Ped. 2:1-3, etc.
Esta
bestia tiene un carácter político, ya que hace matar a quienes no adoran
a la primera bestia (Ap. 13:15). También tiene poder económico, pues
impide comprar o vender a quienes no tengan su marca (Ap. 13:17). Además, tiene
un carácter religioso, al inducir a los moradores de la tierra a adorar
a la primera bestia (Ap. 13:14).
Ejerce
la misma autoridad que la primera bestia (Ap. 13:12), la cual a su vez
recibió su poder del dragón (Ap. 13:2), lo que indica que está claramente del lado
del adversario. Esta segunda bestia actúa con poder justo cuando la herida
mortal de la primera es sanada (Ap. 13:12).
Esta
bestia surge de la tierra, a diferencia de la primera que emerge del mar,
símbolo de muchedumbres y naciones (Ap. 17:15). Esta diferencia ha sido
comúnmente interpretada como una indicación de que la segunda potencia aparece
en una región menos poblada o alejada del bullicio político tradicional. Del
mismo modo, las cuatro bestias de Daniel también suben del mar (Dn. 7:3), lo
que refuerza la idea de que el “mar” representa escenarios densamente poblados
(cf. Ap. 13:1; 17:1-2, 8). Por contraste, es razonable entender que la “tierra”
representa un lugar con escasa población. [1]
Algunos
sostienen que es difícil defender esta postura, argumentando que hay poco
respaldo bíblico [2]. Sin embargo, en
este momento vamos a tomarnos el atrevimiento de examinar si realmente esto es
así, o si, por el contrario, existen fundamentos suficientes en las Escrituras
para sostener esta interpretación.
Para
interpretar correctamente el Apocalipsis, (1) debemos comenzar por el
mismo texto bíblico. Luego, es fundamental (2) acudir al Antiguo
Testamento —especialmente a sus pasajes apocalípticos— ya que el Apocalipsis
está profundamente arraigado en su simbolismo[3]. Además, aunque
no son parte del canon bíblico, (3) las obras apocalípticas judías
extrabíblicas también nos ofrecen un contexto útil para entender el estilo
literario de Juan y los símbolos que emplea.[4]
La
primera cuestión a considerar es si puede interpretarse el significado de
"tierra" en Apocalipsis 13:11 basándonos en el "mar" del
versículo 1. ¿Quiso Juan presentar un contraste entre ambos, como sugieren
algunos intérpretes (por ejemplo, los adventistas), o podrían
"tierra" y "mar" representar juntos la totalidad de la
civilización humana? En Apocalipsis 17:15, un ángel explica que las
"aguas" simbolizan “pueblos, multitudes, naciones y lenguas”.
Si aceptamos que “aguas” (hydōr) puede representar también al “mar” (thalassa),
entonces la interpretación de que la bestia de Apocalipsis 13:1 surge de un
entorno densamente poblado tiene base bíblica. En otros pasajes del
Apocalipsis, el mar aparece como un ámbito habitado (Ap. 8:9; 10:6; 16:3), y
sus habitantes suelen estar ligados a los de la tierra, muchas veces
compartiendo un destino común (Ap. 16:2-3).
En
el Antiguo Testamento, encontramos textos que directamente apoyen esta
simbología del mar: Daniel 7:2-3 e Isaías 17:12-13. Este último establece
paralelismos entre el mar y “aguas impetuosas” o “muchas aguas”,
términos también usados en Isaías 8:7-8 y Jeremías 46:7-8, donde se describen
como metáforas de ejércitos invasores. En Isaías 17:12, se compara el ruido de
las multitudes con el estruendo del mar, lo que refuerza la idea de que el mar
puede representar multitudes humanas agitadas. Por tanto, la interpretación de
que la bestia que sube del mar representa un poder que surge entre muchas
naciones o desde una zona densamente poblada es bíblicamente sólida.
Considerando
que la Biblia lo utiliza en este sentido para referirse a la “tierra”, dicha
interpretación es buena o por lo menos una opción posible (véase Jeremías 2:6;
Proverbios 21:19)
Cuando
examinamos cómo se utiliza la palabra "tierra" (gr. gē) en
Apocalipsis y en otros textos bíblicos, surgen algunas tensiones con esta
interpretación. ¿Cómo se usaba "tierra" en la época de Juan? Para
comprender mejor la terminología y el simbolismo, debemos ampliar nuestro
estudio e incluir otra palabra griega significativa: gē, que se traduce como
"tierra" tanto en el Apocalipsis como en otros escritos apocalípticos
y proféticos. Gē aparece más de 70 veces en el Apocalipsis, incluyendo cinco en
el capítulo 13. Al menos la mitad de las veces se refieren a los habitantes
humanos de la tierra. De estos, 10 tienen gē y katoikeō ("morar") en
la misma frase; por ejemplo, tous katoikountas epi tēs gēs, "los que
moran en la tierra" (Apocalipsis 11:10, RVR). También hay muchas
referencias a reyes y gobernantes de la tierra, lo que implica una sólida
estructura social en lugar de un territorio virgen. Ninguna de las referencias
describe gē como un desierto deshabitado. En Apocalipsis 13:3, el significado
de gē es exactamente el opuesto de un desierto escasamente poblado, pues “toda
la tierra siguió a la bestia” (RVR). El versículo 8 afirma que “todos
los moradores de la tierra la adorarán” (RVR), y el versículo 12 dice tēn
gēn kai tous en autē katoikountas, literalmente, “la tierra y los que la
habitan”. Daniel usa la raíz hebrea y aramea ’rs’ para "tierra",
como unas 20 veces, y la mitad de estos usos se refieren a personas que habitan
en la tierra. Ninguno se refiere a un desierto. El resto de la literatura
apocalíptica y profética del Antiguo Testamento también consideraba la tierra
como la morada del hombre. A menudo se usa simplemente para referirse a Israel
o Palestina. Lo mismo ocurre en la literatura apocalíptica intertestamentaria.
Por lo tanto, como palabra aislada, "tierra" no tiene un significado
simbólico geográfico fijo para Juan ni para sus fuentes.
Complementando
este panorama, la tierra (gē) aquí se relaciona también con la tierra de
Apocalipsis 12:15–16, cuando el dragón persigue a la mujer en el desierto y “la
tierra ayudó a la mujer” al abrir su boca y tragar el río que salía de la
boca del dragón. En ese contexto, la tierra actúa como un símbolo positivo. Sin
embargo, en el desarrollo del relato apocalíptico, el simbolismo de la tierra
cambia: en el tiempo del fin, se convierte en el lugar de las abominaciones de
la Babilonia escatológica (Apoc. 17:5). De acuerdo con Apocalipsis 19:2,
Babilonia corrompió o destruyó la tierra con su fornicación. Aun así, “de la
tierra” serán redimidos los 144.000 (Apoc. 14:3), lo que muestra una
ambivalencia simbólica de este término. La asociación de la tierra y el mar en
Apocalipsis 13 (como ya se anticipa en Apoc. 10) podría sugerir que la tierra
en 13:11 no es un territorio secundario o marginal, sino el complemento del
“mar” mencionado en 13:1. Juntos, mar y tierra representan el panorama
universal y mundial de las actividades del tiempo del fin de Satanás, en
cumplimiento de la advertencia de Apocalipsis 12:12: “¡Ay de la tierra y del
mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene
poco tiempo”.
Ahora
en lugar de centrarnos únicamente en el significado literal de una palabra, es
más apropiado considerar la imagen simbólica que el autor está utilizando. En
Apocalipsis 13:11, Juan ve una bestia que "sube" de la tierra,
y esta imagen se asemeja a una escena agrícola. El verbo griego utilizado el cual
es anabainō (“subir” o “salir”) aparece en varios textos del Nuevo
Testamento describiendo el crecimiento de plantas desde el suelo (véase Marcos
4:7-8; Mateo 13:7). En consecuencia, se trata de un símbolo llamativo y poco
común: “una bestia que parece surgir del suelo al modo de una planta”.
Si
esta es la imagen que Juan quiere transmitir, debemos hacernos una pregunta
fundamental en la interpretación simbólica: ¿existe algún paralelo bíblico
para esta escena?
Sorprendentemente,
sí. Génesis 1:24 presenta una escena muy similar:
"Luego dijo Dios: ‘Produzca la
tierra seres vivientes según su especie…’"
Aquí,
el texto hebreo utiliza un verbo que también describe el brotar de una planta
desde la tierra, como ocurre en Job 38:27. En el versículo siguiente (Génesis
1:25), se califica a estos seres como "animales",
"bestias", incluso "animales silvestres". La versión
griega de la Septuaginta (LXX) traduce esa expresión como "bestias de
la tierra", exactamente la terminología que Juan emplea en Apocalipsis
13:11.
Por
tanto, hay un claro paralelo entre Génesis 1:24-25 y Apocalipsis 13:11: en
ambos casos, bestias o animales emergen de la tierra de forma similar a las
plantas. Esta conexión refuerza la idea de que la imagen en Apocalipsis no se
limita a una referencia geográfica, sino que evoca una imagen de surgimiento
orgánico y silencioso, casi natural, pero que termina siendo una criatura
extraña y poderosa.
Pero,
¿qué intenta enseñarnos el Apocalipsis mediante estos símbolos? Para
responder, debemos volver al relato del Génesis. Allí, la Escritura describe
cómo el Creador trajo a la existencia a los animales: “al hablar Dios, la
tierra produjo seres vivientes en un entorno prácticamente deshabitado”. De
manera paralela, Juan en Apocalipsis presenta a un poder político que surge en
una región poco poblada, como los animales creados en el inicio del mundo. Sin
embargo, ese poder termina corrompiéndose: “habla como dragón y se opone a
su Creador”. Se trata de un claro caso de apostasía, cuyas raíces
simbólicas se remontan al Antiguo Testamento y encajan con la profecía de
Apocalipsis 13:11
Entonces
la “tierra”, en el simbolismo bíblico, suele representar lo seco, en contraste
con las "aguas" que pueden inundarla (Jer. 46:7–8; 47:2; Ap. 12:15).
Así ocurrió con Europa, que pasó de ser tierra firme a convertirse en un “mar
turbulento” de pueblos y conflictos, de donde Satanás formó el “río” de
Apocalipsis 12:15.[5]
Otro
punto a considerar al analizar este pasaje es el contexto cultural en el que
fue escrito, la audiencia original a la que iba dirigido y el pensamiento que
predominaba en ese tiempo. Un aspecto clave es la influencia que tuvo la
literatura apocalíptica intertestamentaria en el libro de Apocalipsis.
Cuando
los escritores bíblicos usaban símbolos, su intención era ilustrar verdades
espirituales a través de imágenes conocidas dentro de su mundo. Aunque el
mensaje puede tener un alcance universal, los símbolos que lo transmiten están
anclados en el contexto cultural del autor y su audiencia. Por eso, para
entender correctamente su significado, necesitamos conocer el sentido original
de esos símbolos.
Uno
de esos símbolos aparece en Apocalipsis 13:11: “la bestia que surge de la
tierra”.
Esta
escena enigmática remite a una antigua creencia judía asociada con la llegada
del Mesías: “las actividades de Leviatán y Behemot, dos monstruos descritos
en Job 40 y 41”. Estos seres míticos, uno acuático y otro terrestre,
aparecen también en diversas obras apocalípticas judías y cristianas, y su
presencia conjunta es significativa para interpretar correctamente el
simbolismo de este pasaje. [6]
Behemot,
descrito como una criatura terrestre (Job 40:15-24), y Leviatán, una bestia
marina feroz y orgullosa (Job 41; Isa. 27:1; Sal. 74:12-14), representan el
caos y la oposición al plan divino. En Isaías y los Salmos, Leviatán aparece
como un dragón de muchas cabezas que será destruido por Dios en los días de
redención de Israel, lo cual refleja claramente el lenguaje de Apocalipsis 13.
La
literatura apócrifa y pseudepigráfica judía también hace uso frecuente de estas
imágenes. En 4 Esdras 6:49-52, ambos monstruos son presentados como criaturas
precreadas, nombradas por Dios durante la semana de la creación. Según este
texto, Behemot fue enviado a la tierra firme porque el agua no podía contener a
ambos. De manera similar, 1 Enoc 60 ubica a Behemot en un desierto desolado
llamado Duidain, al este del jardín donde moran los justos. 2 Baruc 29:4
refuerza esta idea al decir: “Behemot se revelará desde su lugar y Leviatán
ascenderá del mar”, un paralelo evidente con las dos bestias de Apocalipsis
13.
Estos
mitos eran ampliamente conocidos por los judíos del primer siglo. Ellos habrían
entendido que una bestia surgía del mar —un lugar poblado— y la otra del
desierto —un lugar remoto y escasamente habitado—, tal como se describe en el
texto apocalíptico.
Incluso
los primeros escritores cristianos utilizaron estas imágenes sin reservas. El
Pastor de Hermas incluye a una criatura similar a Leviatán, y Jesús mismo usó
elementos míticos conocidos de su época, como en la parábola del rico y Lázaro,
donde se menciona el Seno de Abraham. Conocer los orígenes de estas imágenes no
resta autoridad al mensaje bíblico, sino que nos permite entender con mayor
profundidad lo que el autor quiso transmitir.
Así,
comprender el trasfondo mítico que subyace a la bestia semejante a un cordero
en Apocalipsis 13 no solo es útil, sino necesario para interpretar
correctamente el pasaje y captar el alcance de su advertencia espiritual.
A
la luz de los datos bíblicos y contextuales, el término “tierra” en Apocalipsis
13:11 adquiere una riqueza simbólica significativa. Desde la perspectiva de
Génesis, vemos que los animales —al igual que el Behemot— fueron creados a
partir del suelo, en un entorno vacío, sin presencia humana previa. Esto
sugiere que la “tierra” representa un espacio deshabitado o escasamente
poblado, donde algo nuevo —en este caso, una potencia política o religiosa—
puede surgir y desarrollarse.
Este
simbolismo se refuerza en la literatura apocalíptica intertestamentaria, donde
Behemot es descrito como una bestia terrestre que habita en un desierto alejado
del caos del mar. En este sentido, la “tierra” simboliza no solo un lugar
geográfico, sino una condición cultural: un territorio aparentemente tranquilo,
alejado del bullicio de las naciones (el “mar”), pero que puede convertirse en
escenario de corrupción espiritual o apostasía, donde “una bestia, —es decir
un poder político— parece surgir y crecer del suelo al modo de una planta”.
[1] The
SDA Bible Commentary (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1980), vol.
7, págs. 819, 820. (Cursiva añadida) cf. CM Maxwell, Dios se preocupa: El
mensaje de revelación para usted y su familia (Boise, Idaho: Pacific Press Pub.
Assn., 1985), vol. 2, pág. 341. (Cursiva añadida)
[2] Ver
LaRondelle, How to Understand the End-Time Prophecies, 302– 303
[3] Véase,
por ejemplo, R. H. Charles, The Revelation of Saint John ,
Vol. I de The International Critical Commentary (Edimburgo: T. y T. Clark,
1971), pág. Ixv.
[4] La
mayoría de los autores modernos sobre el Apocalipsis enfatizan su deuda con la
literatura apocalíptica. Véase, por ejemplo, J. M. Ford, Revelation (Anchor
Bible) (Nueva York, Doubleday and Co., 1975), pág. 27.
[5] El
Conflicto de los Siglos (CS), (M. V., Calif.: Pub. Interamericanas, 1968), p.
493.
[6] Sobre
la relación de Apocalipsis 13 con el mito de Leviatán y Behemot, ver el
análisis en Revelation de J. M. Ford.
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