"Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mi"
(Éxodo 20:2-3 y Deuteronomio 5:6)
Dios empezó los 10 mandamientos de esta manera: “Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:2-3).
El primer mandamiento establece la pauta para los primeros cuatro mandamientos, los cuales pueden resumirse como: “Amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5). Jesucristo llamó a este resumen el gran mandamiento (Mateo 22:37-38).
El ejemplo de Jesús
Jesús dio el ejemplo de cómo poner a Dios en primer lugar. Aun después de ayunar durante 40 días, Él respondió a la tentación de Satanás diciendo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Vivir por cada palabra de Dios involucra el compromiso de siempre escuchar lo que Dios nos enseña en la Biblia y no apoyarnos en nuestra propia prudencia” (Proverbios 3:5-6).
Al enfrentar las tentaciones de Satanás, Jesús también citó, “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10). Él ahondó en este concepto cuando señaló que no podemos servir a Dios y servir al dios del materialismo (Mateo 6:24). Él dijo que nuestro enfoque y prioridad debe ser “buscar primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33).
La grandeza de Dios y nuestra respuesta
El primer mandamiento nos recuerda que debemos enfocarnos en el sorprendente poder y majestad de nuestro Creador Dios. Él exhibió su poder cuando exclamó con voz de trueno estos mandamientos desde el Monte Sinaí:
“Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos” (Éxodo 20:18).
El respeto y temor del poder de Dios no es una cosa mala. Moisés le dijo al pueblo el resultado que nuestro amoroso Creador quería: “Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis” (Éxodo 20:20).
El sabio Rey Salomón explicó: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1:7).
Y Jesucristo les dio la perspectiva correcta a sus discípulos: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
Los humanos tendemos a temer a otras personas que podemos ver y nos olvidamos de temer al Dios Todopoderoso al cual no podemos ver.
Cristo prosiguió esta enseñanza del sorprendente propósito de Dios y de su amor por nosotros. El Dios que está pendiente de cada pajarillo que cae y conoce el número de cabellos que tenemos en nuestra cabeza, dice a sus fieles seguidores: “Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:31).
El temor correcto de Dios no es terror o angustia, sino reverencia y profundo respeto que reconoce el poder de Dios todopoderoso y pone a Dios en primer lugar.
Este respeto positivo debe crecer en profunda apreciación del amor de Dios y de sus leyes y camino de vida. Nosotros debemos crecer de tal manera que nuestra obediencia a Dios no sea por temor sino que sea por amor (1 Juan 4:18; 5:3).
Cómo quebrantamos el primer mandamiento al no poner a Dios en primer lugar
Existen muchos peligros y tentaciones que pueden conducirnos a desobedecer el primer mandamiento. Este mandamiento no es sólo acerca de dioses y religiones falsas. Cualquier cosa a la cual demos mayor prioridad que al Dios verdadero es causa de que pequemos.
El orgullo, que es una falla común humana, quebranta este mandamiento al ponerse uno mismo por encima de Dios. Como escribió Santiago: “Pero Él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará vosotros.
Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará” (Santiago 4:6-10).
Necesitamos buscar la ayuda de Dios para ver las cosas desde la perspectiva de Dios, para salirnos de nuestra perspectiva egoísta.
La Biblia también advierte sobre las fallas comunes humanas del olvido y descuido (Deuteronomio 8:11-19). Tanto los buenos tiempos como lo malos tiempos pueden poner a prueba nuestro compromiso de poner a Dios en primer lugar. Cómo respondemos a las pruebas le muestra a Dios si lo ponemos siempre en primer lugar.
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